Después de leer el ensayo de Nietzsche, logré comprender su forma de ver a la humanidad y la manera como explica nuestra forma de actuar frente a la vida.
En primera instancia, resulta un poco cruda la manera como nos describe. Considero que a pesar de que es cierto, que somos una pequeñísima parte del universo, y así sea cierto el hecho de que hubo eternidades en las que no existió la humanidad, y cuando todo se acabe para nosotros y nos extingamos no habrá pasado nada, de todas maneras tanto él como todos, somos parte de esa inexplicable casualidad. La diferencia con las demás especies, y cómo él lo explica, es que los humanos tenemos uso de razón; sin embargo, comparados con cualquier otro ser viviente, no somos tan diferentes.
Él da a entender que tanto los humanos como todos los demás animales en la tierra nos sentimos el centro o la causa principal del universo, y tampoco nos culpa; él dice que por naturaleza, todos pretendemos ser el centro de atención, lo cual resulta un pensamiento demasiado egocéntrico y despreciable, pues no somos más que unos efímeros pasajeros, unos meros visitantes en una convergencia de casualidades en donde no tenemos la más mínima trascendencia ni el más mínimo impacto.
Nietzsche explica que el hecho de querer ser admirados siempre por terceros, en realidad ocurre gracias a la inteligencia misma, probablemente como una manera de tener importancia en el “minuto de existencia” que transcurre durante nuestras vidas.
También explica que el hecho de querer adulación y reconocimiento, lo único que hace es manipular de una manera egoísta el valor de la vida, pues se le da al conocimiento y al intelecto, una importancia mayor a la que debería recibir una herramienta para sobrevivir; a cambio de la falta de fuerza bruta, dientes afilados o las garras de una fiera.
Atribuye este modo de vivir al engaño, y explica que el intelecto se basa en la ficción, para día a día vivir en un mundo de vanidad y falacia, donde el humano tristemente se siente muy cómodo. El humano prefiere escuchar una mentira con una consecuencia provechosa para beneficio propio, que una verdad que no le convenga al mismo, por el solo hecho de vivir en una sociedad hipócrita y narcisista.
Y es que es tanta la ficción y la mentira, que están presentes en todos nuestros idiomas, y el lenguaje humano no es más que una serie de mentiras o conceptos digeridos con la finalidad de que el humano se pueda jactar de tener un conocimiento amplio, cuando en realidad lo único que se está conociendo es un sinfín de conceptos a medias, o como lo explica Nietzsche; “un juego de tanteo sobre el dorso de las cosas.”
Con esto, él se refiere a que el lenguaje se ha encargado de darle definiciones a las cosas que no logran capturar su esencia ni su verdadera naturaleza, sino que se secularizan conceptos y a cada uno se le da un nombre que abarca el sentido más general y poco detallista de las cosas; afirma que esta es la razón por la cual no se puede conocer la cosa en sí, dado que las definiciones a los objetos y en general todas las palabras de nuestro lenguaje, lo único que hacen es dar una idea muy fútil de lo que es un concepto.
Con esto, Nietzsche explica que lo que conocemos como “Verdad” es en realidad un conjunto de conceptos manipulados a conveniencia, que desde el principio de la historia se han venido desarrollando y enseñando generación tras generación, de manera que hoy en día se consideran hechos canónicos e irrefutables. Nietzsche afirma que al hacer esto, los humanos se convierten en maestros arquitectos, porque todos los conceptos de ficción por encima de la verdad o el conocimiento puro, son comparables con una edificación construida sobre el agua. Él explica lo anterior utilizando una metáfora en donde la verdad hecha por conceptos banales, es la edificación hecha de un material tan fino que pueda sostenerse encima del agua, pero que a la vez no se lo pueda llevar el viento; en este caso, la tela de una araña. Nos compara con las abejas, pues mientras ellas arman sus colmenas utilizando materiales presentes en la naturaleza, los humanos construimos con lo que nosotros mismos nos inventamos para argumentar nuestra farsa.
En conclusión, es un texto interesante, pues como dije al principio, a pesar de tener una connotación un tanto fría y una manera de describir nuestra existencia muy anodina, considero que está muy bien argumentado de principio a fin, y explica la naturaleza del humano de una manera muy acertada
Juan Sebastián Chávez – Estudiante de Teaching and Tutoring
Después de leer el ensayo de Nietzsche, logré comprender su forma de ver a la humanidad y la manera como explica nuestra forma de actuar frente a la vida.
En primera instancia, resulta un poco cruda la manera como nos describe. Considero que a pesar de que es cierto, que somos una pequeñísima parte del universo, y así sea cierto el hecho de que hubo eternidades en las que no existió la humanidad, y cuando todo se acabe para nosotros y nos extingamos no habrá pasado nada, de todas maneras tanto él como todos, somos parte de esa inexplicable casualidad. La diferencia con las demás especies, y cómo él lo explica, es que los humanos tenemos uso de razón; sin embargo, comparados con cualquier otro ser viviente, no somos tan diferentes.
Él da a entender que tanto los humanos como todos los demás animales en la tierra nos sentimos el centro o la causa principal del universo, y tampoco nos culpa; él dice que por naturaleza, todos pretendemos ser el centro de atención, lo cual resulta un pensamiento demasiado egocéntrico y despreciable, pues no somos más que unos efímeros pasajeros, unos meros visitantes en una convergencia de casualidades en donde no tenemos la más mínima trascendencia ni el más mínimo impacto.
Nietzsche explica que el hecho de querer ser admirados siempre por terceros, en realidad ocurre gracias a la inteligencia misma, probablemente como una manera de tener importancia en el “minuto de existencia” que transcurre durante nuestras vidas.
También explica que el hecho de querer adulación y reconocimiento, lo único que hace es manipular de una manera egoísta el valor de la vida, pues se le da al conocimiento y al intelecto, una importancia mayor a la que debería recibir una herramienta para sobrevivir; a cambio de la falta de fuerza bruta, dientes afilados o las garras de una fiera.
Atribuye este modo de vivir al engaño, y explica que el intelecto se basa en la ficción, para día a día vivir en un mundo de vanidad y falacia, donde el humano tristemente se siente muy cómodo. El humano prefiere escuchar una mentira con una consecuencia provechosa para beneficio propio, que una verdad que no le convenga al mismo, por el solo hecho de vivir en una sociedad hipócrita y narcisista.
Y es que es tanta la ficción y la mentira, que están presentes en todos nuestros idiomas, y el lenguaje humano no es más que una serie de mentiras o conceptos digeridos con la finalidad de que el humano se pueda jactar de tener un conocimiento amplio, cuando en realidad lo único que se está conociendo es un sinfín de conceptos a medias, o como lo explica Nietzsche; “un juego de tanteo sobre el dorso de las cosas.”
Con esto, él se refiere a que el lenguaje se ha encargado de darle definiciones a las cosas que no logran capturar su esencia ni su verdadera naturaleza, sino que se secularizan conceptos y a cada uno se le da un nombre que abarca el sentido más general y poco detallista de las cosas; afirma que esta es la razón por la cual no se puede conocer la cosa en sí, dado que las definiciones a los objetos y en general todas las palabras de nuestro lenguaje, lo único que hacen es dar una idea muy fútil de lo que es un concepto.
Con esto, Nietzsche explica que lo que conocemos como “Verdad” es en realidad un conjunto de conceptos manipulados a conveniencia, que desde el principio de la historia se han venido desarrollando y enseñando generación tras generación, de manera que hoy en día se consideran hechos canónicos e irrefutables. Nietzsche afirma que al hacer esto, los humanos se convierten en maestros arquitectos, porque todos los conceptos de ficción por encima de la verdad o el conocimiento puro, son comparables con una edificación construida sobre el agua. Él explica lo anterior utilizando una metáfora en donde la verdad hecha por conceptos banales, es la edificación hecha de un material tan fino que pueda sostenerse encima del agua, pero que a la vez no se lo pueda llevar el viento; en este caso, la tela de una araña. Nos compara con las abejas, pues mientras ellas arman sus colmenas utilizando materiales presentes en la naturaleza, los humanos construimos con lo que nosotros mismos nos inventamos para argumentar nuestra farsa.
En conclusión, es un texto interesante, pues como dije al principio, a pesar de tener una connotación un tanto fría y una manera de describir nuestra existencia muy anodina, considero que está muy bien argumentado de principio a fin, y explica la naturaleza del humano de una manera muy acertada
Juan Sebastián Chávez – Estudiante de Teaching and Tutoring